Follow this blog with bloglovin

Follow on Bloglovin

domingo, 27 de febrero de 2011

Llegas. Me das dos besos. Te vas. Cierro los ojos y trato de imaginar que vuelves. Lo consigo. Tu imagen vuelve a mi mente y me propongo recrear cómo me gustaría que sucedieran las cosas. Es una tarea muy sencilla, ya que siempre se me dio bien soñar despierta. Es como una realidad paralela que, en verdad, no es ni realidad ni paralela.
Al menos me da la suficiente fuerza para arrancar una sonrisa, para hacer posibles las cosas imposibles. Porque es imposible que abra los ojos y vuelvas a estar delante de mí. Porque es imposible que me digas que todo va a ir bien, que no tengo que asustarme y que puedo dejar de odiarte. Pero no, a día de hoy te odio. Cada día que te veo te odio más. Cada día que me dices cosas que no deberías decirme, pero que me muero por escuchártelas pronunciar frente a mi cara, crece mi odio por ti. Porque a medida que crece ese odio crecen las ganas. Las ganas que tengo de ti.
Ganas que son directamente proporcionales a la ansiedad que me provocas. Cuando no te tengo cerca y pasa un tiempo sin verte, ambas, ganas y ansiedad, disminuyen. El problema surge cuando, como por arte de magia, apareces delante de mí, me da un vuelco el estómago y empiezas a revolver mis libros, mi pelo y, sin quererlo, mi mundo. Porque para ti puede que todo esto sea un juego divertido, pero a mí no me gustan los juegos en los que se apuesta el corazón.



No hay comentarios:

Publicar un comentario